Y derramarse
tu cama de cristal y de trinchera
parece el escenario de una hoguera
donde escuece el desvelo.
A fuerza de quererte te cincelo
con modales de savia limonera,
oficio diligente de la espera,
vigilia del consuelo.
Con afanes de rojo desvarío
te surco como un río
al íntimo gobierno de la llama,
y erecto de ternura
me vuelco en el ojal de tu cintura
lo mismo que un licor que se derrama. ©
Del libro De diluvios y andenes.